miércoles, 19 de febrero de 2014

Una canción de otoño

Hoy ha caído la primera hoja del otoño.
Hace apenas unas semanas los árboles estaban abrigados por un manto de colores. Verde, amarillo, rojo, marrón. Todo un festival de tonalidades, una explosión de color, como la "Primavera" de Vivaldi, pero sin los fríos. Parece irónico que los colores no vayan acorde con el tiempo en el que están, en ese sentido se parecen a nosotros. También podríamos decir que nos parecemos en cuanto a lo dispares que son los colores entre ellos y lo parecidos que son algunos en el fondo. Y todos guardan cierta relación. ¿Cada persona es un color diferente? El mundo es un arcoiris de mil colores. Más de mil. Millones. Billones. El número más alto que exista si es que existe alguno.
Y hoy he visto caer el primer tono del otoño. Era una nota en decadencia, fina y clara. Oscilaba en el aire que la llevaba a dormir sobre los adoquines, bailaba al compás del viento buscando refugio en la firmeza del suelo, e iba sola. Sus compañeras la miraban desde las ramas, apenadas, y muchas amenazaban con ir tras ella, balanceándose hacia su hermana caída. Pero ella, silenciosa, las tranquilizaba con una nota, una sola nota, un "Do" grave y sonoro, un "Do" capaz de paralizar el mundo envolviéndolo en un sonido sordo.
El paisaje era sereno. Cualquiera que lo viera desde fuera no entendería la musicalidad de ese momento. No entendería la poesía con que ha dado comienzo el otoño. No entendería el baile que acababa de tener lugar entre las hojas que ahora se mueven siguiendo débiles ráfagas de viento.
No entendería que ha caído un color y de él ha surgido una historia con una canción.

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